Por: Felipe Pineda
Son las 3 de la tarde, el día parece estar de pocos amigos, el internet parece ser el único acompañante de esa lluvia inagotable, impredecible. Abro mi correo electrónico y encuentro una invitación a una reunión de jóvenes del Polo Democrático. La leo con detenimiento y me dejo seducir por aquellas ideas de cambio que tanto me llaman la atención. Decido asistir a ese encuentro.
Llego al lugar 5 minutos antes de la hora y me tropiezo con un decorado poco llamativo: afiches de caras y más caras pegadas a medias con cinta adhesiva lo que hace que dude de la dirección anotada al creer haber llegado a un taller de mecánica, idea descartada pocos segundos después. También veo a decenas de jóvenes inquietos, expectantes, con ganas de devorarse de un mordisco el mundo.
Inicia la reunión y la antesala no hubiese podido ser más sorprendente: Un sexagenario hombre hablando de política por alrededor de media hora, una señora con bigote repartiendo unos panfletos color amarillo, un grupo de jóvenes tratando de parecer señores de 40 o más años, un “compañeros” en cada “breve” intervención. Por momentos sentía alucinaciones y proyectaba la vida de estos noveles 20 o 30 años hacia adelante, veía Dussancitos, Samuelitos, Cayceditos, veía a futuro como realizaban sus discursos combativos desde sus nuevas posiciones de corbata y no sentía más que ganas de leer a Petete ¿Existe todavía Petete?.
Creo haber estado en la reunión más larga de mi vida, encuentro lleno de ritos, rituales y arandelas, de mitos y enemigos proyectados una y mil veces. En esos instantes dudé sobre quien era más mamerto, si Uribe o sus jóvenes añejados enemigos. El mismo Laureano Gomez, escudero número uno del status quo en su controvertida y hitleriana existencia, personaje que nada tiene que ver con ideas libertarias y reformistas desde su tumba debe estar muerto de la dicha de ver como los futuros contradictores de sus ideas reaccionarias vayan por el camino equivocado.
La reunión no paró ahí, después el pleno del grupo empezó a dar saludos: Un señor calvo con cara de vendedor puerta a puerta, otro con un tic nervioso en el ojo derecho y finalmente una señora gorda que hablaba una y mil veces de la “unidad del partido”, el “régimen mafioso” y del “imperialismo yanqui”. En medio de esta situación recuerdo haber visto a tres muchachos bostezando y otros tres durmiendo. También remembro a otros presenciando con cierto desespero los ladrillos que tenían que escuchar cambiando sus rostros en el momento que se pronuncio la frase “vamos a brindarles unos refrigerios al final de la reunión”.
Dudo mucho que esos enérgicos jóvenes con ganas de ser escuchados y pasar a la acción vuelvan a una de estas reuniones, creo que tienen suficiente con sus aburridos profesores de colegio o universidad más aun después de haberse topado en esas dos largas horas con insultos e interminables peleas por parte de los asistentes habituales a las mismas y frases como “moción de orden”, “chapola” e insólitas propuestas como formar comités hasta para cargar tres cajas.Son las seis de la mañana, me levanto con la cara pálida, desencajado, algo desencantado.
Afortunadamente todo fue parte de un largo y pesado sueño, la vida vuelve a su normalidad, dicho encuentro nunca sucedió pero la frase de aquel viejito chévere no deja de rondarme en la cabeza: Si yo fuera joven como ustedes estaría cagándome de la risa de la vida…..y en especial de los políticos!!
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