domingo, 12 de diciembre de 2010

“El lenguaje es poder y las tecnologías de la información sirven para moldear lenguajes”



Fuente: Periódico Diagonal

CLEMENCIA RODRÍGUEZ: TEÓRICA DE MEDIOS CIUDADANOS Y CO-FUNDADORA DE LA RED NUESTROS MEDIOS
“El lenguaje es poder y las tecnologías de la información sirven para moldear lenguajes”

Rodríguez es una firme defensora del concepto de medios ciudadanos, según el cual la ciudadanía no es un estatus jurídico sino una condición que se construye a partir de prácticas políticas cotidianas. En este contexto, medios ciudadanos son los que poseen un potencial para desencadenar procesos sociales transformadores a través de la comunicación.

Esta investigadora colombiana distingue dos tipos de medios ciudadanos: los utilizados por movimientos sociales (zapatistas, palestinos, etc.) que realizan un trabajo contra hegemónico y los medios que apuntan al cambio social de una manera más sutil, sobre todo buscando dar voz a los sin voz por medio de un empoderamiento social y colectivo.

Ante el silencio en el cual se encuentran las personas como audiencias de los grandes medios, Rodríguez sostiene que la labor de los medios ciudadanos tiene que ver con la transformación de la subjetividad de quienes participan en ellos, de un estado de pasividad, aislamiento y silencio, a una forma de subjetividad activa.

Por último, sugiere que para comprender estos complejos procesos de cambio a nivel individual y colectivo hay que indagar en la relación entre identidad, lenguaje y poder porque “el lenguaje es poder y las tecnologías de la información y la comunicación son tecnologías diseñadas exclusivamente para moldear lenguajes”, pues los medios son tecnologías creadas para nombrar el mundo.

DIAGONAL: ¿Con la relevancia de internet cambia el concepto de medios ciudadanos?

CLEMENCIA RODRÍGUEZ: Para mí se trata siempre de lo mismo, con distintos dispositivos. Downing, por ejemplo, define como medios alternativos desde el hip hop hasta internet. Él rompe la vinculación entre lo mediático y lo tecnológico. El gran problema que le veo a internet es que tu no puedes diseñar el momento de recepción. Puedas gritar, pero si nadie te está oyendo no sirve de nada. Por contraste, la gente de los proyectos que he presentado en Barcelona y que utilizan internet se caracterizan porque en ellos el momento de la escucha es parte del diseño del proyecto. Se empieza por las necesidades de comunicación y se termina con la tecnología, no al revés.

D.: Aquí en nuestro país, ¿cómo podemos hacer para fortalecer a los medios comunitarios?

C.R.: Lo primero que tiene que pasar es que el medio quiera vincularse con la comunidad y que le vea el sentido a vincularse con la comunidad. En Colombia hay más o menos 600 radios comunitarias legales y más de 300 televisiones comunitarias legales. De todas éstas, yo creo que habrá 100 que valgan la pena, participativas y que tienen muy claro para qué están. El “para qué” de la comunicación es lo primero que hay que pensar, antes de pensar en la tecnología.

Muchos medios se han articulado con los colegios. Porque se dan cuenta de que los niños, niñas y adolescentes son los únicos que tienen tiempo. Entonces empiezan con ellos a hacer talleres de radio, producción de video y televisión a los 9 años. Pero no sólo eso. En ese proceso están las preguntas claves: los niños se preguntan quienes conforman su comunidad. En último término, son talleres que los moldean para que usen la tecnología para verse ellos mismos y a su comunidad. Al final, estos niños y niñas tienen una visión de su comunidad súper profunda, muy crítica.

La otra opción es detectar lo que convoca a la gente. Si nos tocan la llaga en temas que sí nos interesan, ahí empezamos a participar. Lo genial de los líderes de medios comunitarios que funcionan en Colombia es detectar dónde a la gente se le remueve algo por dentro para de ahí, poquito a poco, en dos o tres años, activar procesos de participación.

D.: ¿Qué opina de la financiación de medios comunitarios por agencias de cooperación para el desarrollo?

C.R.: Este tipo de financiación es perverso porque hace que los proyectos pierdan su autonomía. Les hacen seguir líneas que no tienen nada que ver con lo local, el medio, para asegurar la financiación. Y tiene que hacer lo que le dice la fundación. Es lo que veo en África y me parece horrible. Colombia no es suficientemente pobre para atraer a la cooperación internacional ni tampoco ha sido declarado país en guerra, por lo que tampoco están. Los medios de comunicación se financian con rifas, los anuncios entre miembros de la comunidad por los que se paga una pequeña cantidad de dinero y cosas así.

Sin embargo, también es cierto que en EE UU, por ejemplo, el enfoque de comunicación para el desarrollo no sigue vigente, porque con todas las teorías poscoloniales, eso se ve como un enfoque colonizador.

D.: ¿Qué opina de medios hechos desde la ciudadanía, pero que responden a comunidades que enfatizan discursos de odio?

C.R.: Hace unos años escribí el artículo La voz del ángel poeta donde me hago esa pregunta: los medios de neonazis y skinheads, ¿son ciudadanos? Y lo que hago es utilizar las teorías de Luce Irigaray para afirmar que no nos podemos quedar en que la estructura institucional o la programación de un medio sea ciudadana, sino que tiene que haber un planteamiento ético detrás. Se trata de establecer una forma ética de utilizar los medios.

D.: En América Latina, el movimiento de los medios comunitarios siempre ha contado con una importante presencia religiosa, ¿qué piensa usted de esta influencia?

C.R.: Este “matrimonio” es bien interesante en América Latina. En Colombia, al menos, la mayoría de curas o monjas que se metieron a pelear por exigir condiciones legales para los medios comunitarios no lo hicieron por motivos religiosos. Quizás reservan una hora para la misa dominical, pero lo demás es para la comunidad.

D.: ¿Junto al fortalecimiento y visibilización de los medios comunitarios hay que hacer un trabajo por mejorar los grandes medios?

C.R.: Las luchas por transformarlos son tan importantes como esto otro. Pero son dos cosas completamente diferentes. Es un trabajo que no hago porque no me hace vibrar como éste, pero hay que hacerlo. Tampoco es que yo no vea esa otra televisión. Betty la Fea o The Wire son grandes productos masivos. Cuando veo este tipo de cosas, pienso que deberían recuperarse mucho más estos medios para este tipo de usos.

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